La doctrina del diezmo (parte 4): ¿qué era el diezmo, y porqué no se veía en la iglesia primitiva?
Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová es; es cosa dedicada a Jehová. Y si alguno quisiere rescatar algo del diezmo, añadirá la quinta parte de su precio por ello. Y todo diezmo de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara, el diezmo será consagrado a Jehová. No mirará si es bueno o malo, ni lo cambiará; y si lo cambiare, tanto él como el que se dio en cambio serán cosas sagradas; no podrán ser rescatados. Estos son los mandamientos que ordenó Jehová a Moisés para los hijos de Israel, en el monte de Sinaí. (Levítico 27:30-34)
Esta es la explicación inicial del diezmo. Aquí vemos qué es el diezmo, de dónde se extrae, y las ordenanzas básicas para ofrendar el diezmo. Lo primero que tenemos que ver aquí es un detalle importante que muchos parecen no haber tomado en cuenta, y es el siguiente: el diezmo era la décima parte del fruto de la tierra y del ganado. Es decir, todos aquellos que trabajaban con la tierra, haciéndola producir --los que tenían sembrados-- y todos los que tenían ganado, debían diezmar. Veremos la razón del diezmo en un momento, pero primero que nada, tenemos que ver en qué consistían los diezmos. Pues no todos los ciudadanos de Israel debían diezmar. Los pobres, por ejemplo, no diezmaban, sino que recibían el diezmo, junto con el levita, el extranjero, la viuda y el huérfano (Deuteronomio 14:29). Aquellos que se ocupaban de otros oficios, tampoco tenían el requisito de diezmar. De modo que, según la ley del diezmo, Jesús no diezmaba, pues era un carpintero. Tampoco lo hacían los discípulos, pues eran pescadores.
Segundo, es que al diezmar, se debía hacer sin considerar si era bueno o malo, sino que lo que correspondía diezmar, había que diezmarlo. El diezmo no era necesariamente cualitativo, sino cuantitativo. De cada 10 hectáreas de fruto que se recogiese, el fruto de 1 hectárea era el diezmo. El israelita no debía separar lo bueno de lo malo durante la cosecha, y diezmar lo malo. Ni tampoco debía obligatoriamente diezmar lo mejor. Simplemente de todo lo que se había recogido, el diez por ciento se traería al tabernáculo. Si el israelita hiciese lo que mencionamos arriba, de separar lo malo para diezmarlo, sería considerado un pecado delante de Dios (Malaquías 1:6-9). Estos son los dos principios que regían toda la ley del diezmo.
Ahora preste atención a lo siguiente: el diezmo no consistía de dinero. Y no consistía en que todo el pueblo diezmara el diez por ciento de todos sus ingresos. Sino que consistía en frutos de la tierra y del ganado, nada más. Así que, si quisiéramos aplicar el diezmo de manera bíblica, se aplicaría solo a los que tienen campos y trabajan de los campos, y consistiría solamente de los frutos del campo, y no de dinero. Es decir, la doctrina del diezmo como se aplica en las iglesias hoy, simplemente no es bíblica, pues está totalmente sacada de su contexto.
En Israel existían tres tipos de diezmos, que los Israelitas debían observar. El primer diezmo era el diezmo levítico, cuya descripción encontramos en el libro de Números, y dice así:
Y he aquí yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad, por su ministerio, por cuanto ellos sirven en el ministerio del tabernáculo de reunión. Y no se acercarán más los hijos de Israel al tabernáculo de reunión, para que no lleven pecado por el cual mueran. Mas los levitas harán el servicio del tabernáculo de reunión, y ellos llevarán su iniquidad; estatuto perpetuo para vuestros descendientes; y no poseerán heredad entre los hijos de Israel. Porque a los levitas he dado por heredad los diezmos de los hijos de Israel, que ofrecerán a Jehová en ofrenda; por lo cual les he dicho: Entre los hijos de Israel no poseerán heredad. (Números 18:21-24)
Este texto especifica la razón del diezmo levítico: el levita no tenía heredad en medio del pueblo. El levita no podía trabajar de otra cosa que no fuese el servicio del tabernáculo, y más adelante, el templo. El levita no podía dedicarse a un trabajo secular, ni sembrar, ni cosechar, pues su ocupación era el ministerio del tabernáculo de reunión, que consistía en llevar los pecados del pueblo delante de Dios. Por esa razón, Dios ordenó que los levitas no heredaran tierras, sino que el Señor le había hablado a la casta sacerdotal diciendo "Yo soy tu parte y tu heredad en medio de los hijos de Israel." (Números 18:20) Y para su sustento, Dios proveía los diezmos del pueblo. De estos diezmos, que el pueblo traía a la tribu de Levi, ellos a su vez debían diezmar a la familia sacerdotal (la familia de Aarón), por lo que vemos esta ordenanza:
Y habló Jehová a Moisés, diciendo: Así hablarás a los levitas, y les dirás: Cuando toméis de los hijos de Israel los diezmos que os he dado de ellos por vuestra heredad, vosotros presentaréis de ellos en ofrenda mecida a Jehová el diezmo de los diezmos. Y se os contará vuestra ofrenda como grano de la era, y como producto del lagar. Así ofreceréis también vosotros ofrenda a Jehová de todos vuestros diezmos que recibáis de los hijos de Israel; y daréis de ellos la ofrenda de Jehová al sacerdote Aarón. (Números 18:25-28)
Así que los levitas debían traer el diezmo de los diezmos delante de Dios. Esa sería la ofrenda de la tribu de Levi, de todo aquello que Dios les había dado, por medio de los diezmos del pueblo. Los diezmos de los diezmos se debían traer al tabernáculo, y se ofrecerían como ofrendas mecidas delante de Jehová. La ofrenda mecida era algo literalmente mecido con la mano delante del altar del Señor. La ofrenda mecida podría quemarse luego de ser mecida, constituyendo así una ofrenda encendida (Éxodo 28:25), o bien podía dejarse sin quemar, constituyendo simplemente una ofrenda mecida-lo que en este caso quedaba para el sacerdote (Éxodo 29:27-28).
Un segundo diezmo que encontramos en la ley de Moisés, es el diezmo de las fiestas. Habían festivales que Dios había ordenado en la ley, que el pueblo debía observar, pues eran una forma de conmemoración perpetua de las cosas que Dios había hecho por Israel, al liberarlos de la esclavitud en Egipto, y al guiarlos por cuarenta años a través del desierto, introduciéndolos finalmente en la tierra prometida. Para solventar estos festivales religiosos, el israelita debía apartar otro diezmo, un segundo diezmo, que tenía una utilidad y una esencia diferente. Este no era para ser llevado al templo como sustento para la casta sacerdotal, sino que era una forma en la que el pueblo debía traer todo aquello que se utilizaría en los festivales, y el pueblo comería este segundo diezmo, en la presencia del Señor. La ordenanza decía así:
Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año. Y comerás delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere para poner allí su nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino y de tu aceite, y las primicias de tus manadas y de tus ganados, para que aprendas a temer a Jehová tu Dios todos los días. Y si el camino fuere tan largo que no puedas llevarlo, por estar lejos de ti el lugar que Jehová tu Dios hubiere escogido para poner en él su nombre, cuando Jehová tu Dios te bendijere, entonces lo venderás y guardarás el dinero en tu mano, y vendrás al lugar que Jehová tu Dios escogiere; y darás el dinero por todo lo que deseas, por vacas, por ovejas, por vino, por sidra, o por cualquier cosa que tú deseares; y comerás allí delante de Jehová tu Dios, y te alegrarás tú y tu familia. (Deuteronomio 14:22-27)
Cada año, el pueblo debía diezmar este segundo diezmo de todo el producto del grano, del vino, del aceite que el campo rindiese y las primicias del ganado. Este diezmo era aquello que se iba a comer, a modo de fiesta, delante del Señor, en el lugar que Dios mismo hubiese escogido para manifestar su nombre. En caso de que un israelita viviese demasiado lejos del tabernáculo (templo), debía vender todo el diezmo y cambiarlo por dinero. Sin embargo el dinero no se traería delante de los levitas. El dinero tampoco se ofrendaría al Señor. Sino que el dinero se utilizaría para comprar cualquier cosa que pudiese servir como ofrenda (vacas, ovejas, vino, sidra, o cualquier cosa que el israelita deseare), y de eso toda la familia comería de él delante de Jehová, con gozo en el corazón por todo lo que Dios había hecho por ellos. De este diezmo, los levitas también tendrían parte. Pues claro está que una familia no podría consumir de una sentada, o en un día, todo el diezmo del campo. Es por eso que el versículo 27 termina con la siguiente amonestación: "No desampararás al levita que habitare en tus poblaciones; porque no tiene parte ni heredad contigo." De modo que todo aquello que no se consumiere, quedaría para los levitas.
El tercer diezmo, era el diezmo para los pobres. Este diezmo se daría cada tres años y no tenía nada que ver con el mantenimiento de la casta sacerdotal, ni con los festivales. Este era un diezmo especial para los necesitados. Era una especie de obra de caridad, que estaba ordenada en la ley, pues el pueblo de Dios era enseñado a dar a los pobres y no desampararlos. Y la ordenanza describe a este diezmo con las siguientes palabras:
Al fin de cada tres años sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año, y lo guardarás en tus ciudades. Y vendrá el levita, que no tiene parte ni heredad contigo, y el extranjero, el huérfano y la viuda que hubiere en tus poblaciones, y comerán y serán saciados; para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que tus manos hicieren. (Deuteronomio 14:28-29)
Cada tres años, el pueblo diezmaba el diezmo de los pobres. Este diezmo se apilaría en las calles, y se consumiría en las aldeas y ciudades, y no delante de Jehová en el tabernáculo de reunión o templo.
Vemos entonces que el diezmo era un impuesto. No era un servicio religioso, sino que era un impuesto con el que se mantenía la teocracia de Israel en los tiempos del Antiguo Testamento. El diezmo tampoco constituía de un diez por ciento de todos los ingresos, sino que sumando los tres diezmos, se acercaban más a un veintitrés por ciento de todo lo que el campo produjera. Esta forma de impuesto era ordenada por Dios y debía ser ofrendada delante de Dios, con acción de gracias y en obediencia a sus mandamientos. Por eso es que había una forma determinada de ofrecer los diezmos, y eso se explica en el capítulo 26 del libro de Deuteronomio.
Para el diezmo levítico, la forma era la siguiente: el israelita debía tomar las primicias de todos los frutos que sacare de la tierra que el Señor le daba, y las debía poner en una canasta, ir hasta el lugar de Jehová, y presentarlo delante del sacerdote, diciéndole: "Declaro hoy a Jehová tu Dios, que he entrado en la tierra que juró Jehová a nuestros padres que nos daría (Deuteronomio 26:3)." Luego el sacerdote tomaría la canasta de mano del israelita, la pondría delante del altar de Dios, y el ritual continuaría con una oración. El israelita debía orar a Dios, diciendo así: "Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa; y los egipcios nos maltrataron y nos afligieron, y pusieron sobre nosotros dura servidumbre. Y clamamos a Jehová el Dios de nuestros padres; y Jehová oyó nuestra voz, y vio nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión; y Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, y con señales y con milagros; y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel. Y ahora, he aquí he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste, oh Jehová." (Deuteronomio 26:5-10)
Luego, el israelita dejaría la ofrenda allí, y adoraría delante del Señor, y se alegraría con su familia delante de Él con todo el bien que Dios le había dado.
Lo mismo aplicaba para el diezmo para los pobres, que se daba cada tres años. Luego de que cada diezmase lo que debía diezmar en el tercer año, se le daría al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, que era más un festín en el cual el pueblo compartía la bendición de Dios con el que no tenía. Luego de diezmar, el israelita se presentaría delante de Dios con esta oración: "He sacado lo consagrado de mi casa, y también lo he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que me has mandado; no he transgredido tus mandamientos, ni me he olvidado de ellos. No he comido de ello en mi luto, ni he gastado de ello estando yo inmundo, ni de ello he ofrecido a los muertos; he obedecido a la voz de Jehová mi Dios, he hecho conforme a todo lo que me has mandado. Mira desde tu morada santa, desde el cielo, y bendice a tu pueblo Israel, y a la tierra que nos has dado, como juraste a nuestros padres, tierra que fluye leche y miel." (Deuteronomio 26:13-15)
Este es el contexto bíblico del diezmo. La forma de aplicar la ley del diezmo en la Iglesia de hoy, es ignorar todo el contexto legal en el que el diezmo se practicaba, y así terminamos re-definiendo lo que el diezmo debería ser, y cómo se debería ofrendar, y quién debería darlo. ¿Cómo podemos decir que estamos obedeciendo la Palabra de Dios cuando ignoramos todos estos aspectos de la doctrina, nos arrogamos el derecho de modificarla, y ocultamos la verdad de los ojos del pueblo, enseñando tradiciones en vez doctrina verdadera?
Conclusión
Si hemos de continuar con la práctica del diezmo, tendríamos entonces que volver a toda la práctica del diezmo como estaba dada en la Biblia. Así que, el diezmo no podría ser dinero. El diezmo no se aplicaría a todos aquellos que no trabajen directamente con el campo y con el ganado. El diezmo no se impondría sobre los pobres. El diezmo no sería un 10% sino un total de un 23% aproximadamente. En fin, vemos una disociación absoluta entre la cultura del diezmo de la Biblia y la sociedad de hoy. Así que no podemos utilizar una práctica de miles de años atrás, dada a un pueblo muy distinto a nosotros, en un entorno socio político muy diferente al nuestro, y hacer de esa práctica una doctrina, ignorando los principios básicos de la misma. Si vamos a continuar con el diezmo, deberíamos continuar con todo lo que implicaba el diezmo, y no sacar la idea de todo su contexto, recortarla, re-empaquetarla, y enseñar la versión moderna del diezmo, pues entonces nuestra versión del diezmo simplemente no es bíblica.
En nuestros tiempos, no vivimos en una teocracia. Hay gobiernos políticos que nos asignan impuestos que debemos pagar, y en el Nuevo Testamento se nos anima a pagar nuestros impuestos, de la misma forma en la que en el Antiguo Testamento los israelitas pagaban el impuesto del diezmo. De modo que está escrito de los funcionarios públicos de hoy: "Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo. Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra." (Romanos 13:6-7) Así que el cristiano, debe pagar sus impuestos, pues Dios lo manda. Pague sus impuestos, sea un buen ciudadano, pues haciendo eso, da gloria a Dios. Sea generoso con el pobre, ofrende en su Iglesia, dé sus primicias a su pastor, dé por amor, con gozo y con alegría, y vea la bendición de Dios sobre su vida cuando entiende la bendición de dar.
Sin embargo, creo que ha quedado más que claro, por medio de toda la evidencia presentada en este capítulo, que el diezmo no es una práctica cristiana, que no se originó en la doctrina de los apóstoles, y que no era parte de la Iglesia primitiva. De modo que no debería ser parte de nuestra Iglesia hoy. Cuando olvidamos esto, y abrazamos una tradición milenaria aislada de su contexto bíblico, y la enseñamos como doctrina tradiciones de hombres (Mateo 15:9), caemos en la tentación del diablo, y el que ya está torciendo la Palabra para obtener dinero, se verá tentado a torcerla aún más para obtener más dinero. Y de un error doctrinal no corregido, otro error doctrinal surgirá, y si la tendencia no se detiene a tiempo, terminaremos caminando en campos minados. Y creo que en parte, ya estamos viendo este fenómeno en nuestras iglesias. Quiera Dios darnos sabiduría para entender Su Palabra, examinarlo todo y retener aquello que se ajusta solamente a Su Palabra (1 Tesalonicenses 5:21).