La soberanía de Dios en la salvación, y el evangelismo
¿Es Dios soberano sobre la salvación, o interfiere la voluntad del hombre, en los planes salvíficos del Señor? ¿Es verdad que el ser humano puede escoger la salvación, o rechazarla, y que Dios nada puede hacer sobre la voluntad del hombre?

La Palabra de Dios nos testifica plenamente, que Dios está en control de los planes, los pensamientos, las ideas, y todas las decisiones que los seres humanos tomamos a lo largo de nuestras vidas.
Salomón escribe: "Del hombre son las disposiciones del corazón; mas de Jehová es la respuesta de la lengua." (Prov. 16:1) De modo que, por más que el ser humano decida hacer en su corazón, la respuesta final viene de Dios, y no de lo que el hombre haya dispuesto en su corazón.
El mismo capítulo nos continúa diciendo: "El corazón del hombre piensa su camino; mas Jehová endereza sus pasos." (Prov. 16:9) Nuevamente advirtiéndonos que el ser humano no tiene potestad sobre el camino que sus pasos han de transitar. Nosotros podemos pensar en la dirección que queremos para nuestras vidas, y determinar los planes más adecuados para desarrollar lo que nuestros deseos dictaminan, sin embargo, nuestros pies no podrán andar por una senda que no sea la que Dios ha marcado para nuestra vida.
"La suerte se echa en el regazo; mas de Jehová es la decisión de ella." (Proverbios 16:33) Incluso cuando nosotros tomamos las cosas al azar, y cuando medio como que "tiramos la moneda" para que la moneda decida, Dios está amargo de la moneda. Nada (absolutamente nada) escapa Su voluntad.
Ahora, si es así, ¿para qué predicar? Si Dios obra soberanamente sobre el corazón del hombre, entonces ¿para qué tratar de redargüir al inconverso de sus pecados, y llamarlo al arrepentimiento?
A continuación, comparto un fragmento de "El Evangelio Olvidado," donde abordo este interrogante:
Parece paradójico que un obrar tan sobrenatural y soberano de Dios, por el cual Él comienza un proceso de absoluta transformación del alma depravada en un hijo Suyo, haya sido establecido en la imperfecta y limitada habilidad del hombre de predicar la palabra de Dios. "Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios."
Es evidente que el método utilizado por Dios en nada corresponde con lo que el incrédulo desearía ver. La sabiduría humana y los argumentos psicológicos y científicos serían mucho más atractivos al hombre en su pecado y en la vanidad de sus propios razonamientos, que intenta cuestionar a Dios según las limitaciones de su entendimiento. De la misma manera, las señales serían mucho más atractivas para el religioso que desea ver cosas nuevas: un nuevo mover del Espíritu Santo y nuevas corrientes de milagros. Sin embargo, para decepción de ambos grupos, Dios establece un método que va en contra de todo lo que el ser humano querría ver, oír o recibir: la predicación del Evangelio de Jesús.
(El Evangelio Olvidado, Capítulo 7: "Hijo de hombre: ¡Profetiza!")