La Soberanía de Dios

07/11/2019

Hay otra vanidad que ocurre sobre la tierra: hay justos a quienes les sucede conforme a la obra de los impíos, y hay impíos a quienes les sucede conforme a la obra de los justos. Digo que también esto es vanidad.

Cuando apliqué mi corazón a conocer la sabiduría y a ver la tarea que se hace sobre la tierra (porque hay quienes ni de día ni de noche ven el sueño con sus ojos), consideré toda la obra de Dios, la cual no puede ser descifrada por el hombre debajo del sol, pues por más que se afane en ello, el hombre no lo averiguará, y aunque algún sabio pretenda saberlo, no por eso lo descubrirá (Eclesiastés 8:14,16).

LA SOBERANÍA DE DIOS: UNA REALIDAD INESCAPABLE

La soberanía de Dios, no es un tema que al hombre le agrade considerar. No obstante, es un tema central en la totalidad de las Escrituras. Todos los interrogantes existenciales que enfrentamos a diario, las cosas que no podemos entender, las cosas que no podemos descifrar, los eventos que toman lugar, las catástrofes que se desenvuelven, arrasando tanto a justos como a impíos...

...Todas estas no son cosas que nos guste considerar, pues si realmente hay un Dios, ¿dónde estaba Dios cuando mataron a mi hijo? 

¿Dónde estaba Dios cuando violaron a mi hija? 

¿Dónde estaba Dios cuando mi madre yacía enferma de cáncer en el hospital? 

Y quién sabe cuántos interrogantes más podríamos agregar a esta lista, ¿verdad?

Así que preferimos no pensar en un Dios soberano, que sea responsable por todas las cosas que nos han sucedido. Preferiríamos creer en un Dios que no puede hacer ciertas cosas. Que Él siempre ha querido y quiere hacer lo que a nosotros más nos gusta, para que nos sintamos bien con Él, y que aveces simplemente falla en cumplir Su voluntad por X motivo, aunque trató de hacer lo mejor que pudo. Pues en tal caso, Dios no es responsable por tantas cosas que, a lo largo de mi vida, me han hecho sufrir.

Preferiríamos creer en un Dios al que ciertas cosas simplemente se le escapen. O incluso acceder a la idea de que Dios no sea omnipotente. Preferiríamos eso, que aceptar la existencia de un Dios absolutamente omnipotente e infaliblemente soberano. Pues si Dios realmente es omnipotente y soberano, entonces... "Dios podría haber evitado que mi hijo fuese asesinado" diría alguno, "... y escogió no hacerlo."

Si Dios es responsable por todas las cosas que pasan, hay muchos interrogantes acerca de Dios que no sabríamos cómo responder. Y esto es exactamente lo que Salomón decía en el pasaje que leímos al principio: 

Consideré toda la obra de Dios, la cual no puede ser descifrada por el hombre debajo del sol, pues por más que se afane en ello, el hombre no lo averiguará, y aunque algún sabio pretenda saberlo, no por eso lo descubrirá.

Ahora bien, hay ciertas cosas que la Biblia nos promete, y que no son muy placenteras para la limitada mente humana, que aunque pequeña y limitada en alcance, desea entender los misterios de Dios. Por ejemplo, la Biblia nos promete que todo lo que Dios quiere, Dios lo hace. Dios no se queda con las ganas de ejecutar Su voluntad, y falla en el intento. También nos promete que los caminos del señor son muy superiores a los nuestros. Tanto como los cielos lo son sobre la tierra. Y la Biblia también nos promete que, por más que nos afanemos, muchas veces no podremos comprender la voluntad de Dios.

No obstante, la Biblia también nos dice, y nos repite, en muchas ocasiones, y de muchas maneras, un mensaje que es central para la existencia del ser humano, y es el siguiente:

Nuestro Dios está en los cielos, y él hace todo lo que quiere hacer (Salmo 115:3).

Por difícil que esto nos parezca, a la luz de esta declaración, deberíamos admitir que todo lo que nos sucede, sucede porque Dios quiere que suceda. No hay escapatoria a la mano de Dios. No hay lugar donde Dios no esté, y no hay sitio donde Su voluntad no sea la única voluntad que prevalece.

No hay una "opción B" en el universo de Dios. No existe ese lugar recóndito, en esta creación, ya sea en los cielos de los cielos, o en las profundidades de los abismos, que se escape a la jurisdicción de Dios; en donde mis deseos y mi voluntad puedan ser los factores determinantes de mi existencia. No existe tal lugar en el universo que Dios ha creado. Sino que en todo lugar Él está, y obra según Su placer, como está escrito:

Todo lo que YHVH quiere hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos (Salmo 135:6).

Esta no es una declaración que todos podrán aceptar. Nos hace querer cuestionarle muchas cosas a Dios, ¿verdad? Por lo menos, aveces yo me siento así. Yo aveces siento como que... "Dios podría habérmela hecho un poco más fácil..." ¿Y acaso soy el único, que por lo menos alguna vez, ha deseado poder escapar la presencia de Dios?

El salmista lo dijo así:

¿Adónde me alejaré de tu Espíritu? ¿Adónde huiré de tu presencia?
Si subo a los cielos, allí estás Tú, y si en el Seol preparo mi lecho, allí estás Tú.

Si tomara las alas del alba, y habitara al extremo de los mares, aun allí me alcanzará tu mano, y me asirá tu diestra.

Si digo: ¡Sórbame la tiniebla! Y: Que la luz en torno a mí sea como la noche. Tampoco la oscuridad es oscura para Ti, la noche resplandece como el día, ¡lo mismo te es la tiniebla que la luz!

Tú adquiriste mis riñones, me tejiste en el vientre de mi madre. Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente fui formado. Maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien.

No fueron encubiertos de Ti mis huesos, aunque en lo oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra.

Tus ojos veían mi embrión, todos mis días fueron trazados, y se escribieron en tu rollo, y para él hubo un día entre ellos.

¡Oh Elohim, cuán preciosos me son tus pensamientos! ¡Cuán inmensa es la suma de ellos! (Salmo 139:7-17)

En fin, el tema de un Dios absolutamente soberano sobre todos nuestros días, que hace según le place, y que nada sucede si a Dios no le agrada que suceda, es un tema inevitable en el estudio de la Biblia, y es un tema que muchas veces nuestra mente desea evitar como la plaga.

El tema de un Dios que dirige los destinos del universo, que es inescapable, ineludible, cuya voluntad es insuperable, y en poder invencible; y que se reserva el derecho de no solo crearnos, sino de también escribir todos nuestros días en su libro desde antes que nosotros existiésemos, es un tema al que debemos darle la importancia que merece, aunque nos duela: No existimos porque nosotros quisimos existir, sino que Dios nos hizo para su placer, y para sus propósitos, nada más.

LA SOBERANÍA DE DIOS EN UNA SOCIEDAD PECAMINOSA

Si, como hemos establecido, hasta a nosotros, como creyentes, nos cuesta recibir la soberanía de Dios como un hecho ineludible, cuánto más el hombre no regenerado, en su pecado. El salmista declara, en el pasaje que leímos recién:

Tú adquiriste mis riñones, me tejiste en el vientre de mi madre. Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente fui formado. Maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien.

Todo ser humano, en su alma, conoce la realidad de que por sobre todos los deseos del hombre, "maravillosas son las obras de Dios."

Todo hombre sabe --pues Dios se encargó de poner este conocimiento en nosotros-- que fue Él quien formó nuestras entrañas en las "profundidades de la tierra." Sin embargo, este conocimiento casi nunca es bien recibido por el hombre, quien desde el Edén, ha estado intentando independizarse de Dios a cualquier coste, incluso cuando el solo pensamiento lo condene delante de Dios por toda la eternidad.

A medida que la sociedad se hunde más y más en el pecado y en el deseo de autonomía, la sola idea de la existencia de Dios es molesta para el alma que no desea a Dios, y que huye de Él.

Y si la misma existencia de Dios es un tema que el hombre no desea considerar, la idea de un Dios que es soberano sobre todas las cosas que suceden en el mundo, es aún más escandalosa para el corazón del pecador. "Dios puede existir, pero que me deje en paz." "Dios puede existir, pero que no interfiera en mi vida." ¿Cuántas veces hemos oído, leído y visto este tipo de declaración? Por inútil que sea el intento, el hombre en su pecado preferirá siempre luchar contra Dios, que rendirse a Él.

Y eso es porque la nuestra es una sociedad que desea alienarse de Dios, y que gratifica su alma con el deseo de alejarlo de sus pensamientos. El "YO" es la razón de todo lo que hoy se hace, se enseña y se promueve. Y muchas veces hasta nosotros pensamos que esto está bien, y que "así debe ser," pues somos seres humanos, "nacidos para ser libres," ignorando que, desde tiempos antiguos, "Tus ojos veían mi embrión, todos mis días fueron trazados, y se escribieron en tu rollo." De modo que todo nuestro deseo de autonomía, no es más que una ilusión.

Es por eso que la sola idea de que pueda existir un Dios, capaz de definir los destinos del hombre, un Dios lo suficientemente poderoso no solo para crear, sino también para sustentar a Su misma creación con Su mismo aliento, de modo tal que todo lo que el hombre vive, experimenta, obtiene, y disfruta, todos los días de su vida, proviene directamente de Dios, como creador y sustentador de nuestras vidas, es un pensamiento escandaloso sobremanera.

¿Y qué me dice de la declaración que encontramos en el libro de Job? Hablando de Dios, el libro de Job nos dice:

¿Quién hizo la tierra bajo los cielos, y toda su plenitud?

Si por su cuenta decidiera retirar su espíritu y su aliento,

Toda carne perecería a una

Y el mortal volvería al polvo (Job 34:13-15).

Vaya y dígale esto a todos los activistas humanistas que están promoviendo toda esta agenda horripilante LGTB en nuestra sociedad. 

Vaya y léales esta declaración bíblica, y usted será el próximo Esteban.

La sola idea de que Dios no solamente existe, sino también que mi misma existencia, segundo a segundo, depende de Él y ya ha sido escrita por Él de antemano... es un escándalo en nuestra sociedad. Pues somos una raza pecaminosa, que se aleja de Dios con todos sus pensamientos, con todos sus planes y deseos.

Como lo relata el apóstol Pablo:

No hay justo ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se apartaron, a una fueron hechos inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno (Romanos 3:10-12).

Porque habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias; más bien, se hicieron vanos en sus razonamientos, y su insensato corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios se hicieron fatuos y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen a la semejanza de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles (Romanos 1:21-23).

Dígame si esta no es la sociedad en la que vivimos.

Pero ahora debemos entender lo siguiente: según esta declaración bíblica, el hombre nace con conocimiento de Dios. El hombre nace sabiéndose un ser creado, pues todos reconocemos que existimos no por nuestra propia voluntad, pues no nos hicimos nosotros a nosotros mismos, sino que "Él nos hizo y suyos somos" (Salmo 100:3).

De modo que el hombre tiene, en su corazón, el conocimiento de Dios; y si el hombre buscase a Dios de todo corazón, el Espíritu Santo lo guiaría a Cristo. Sin embargo, el pecado del corazón impide todo deseo por Dios. 

El hombre nace enemigo de Dios, y todos sus días no hace más que acentuar esa realidad. El hombre sabe que Él existe, y lo odia con toda su alma. 

Porque todo aquel que practica cosas malas, aborrece la Luz y no viene a la Luz (Juan 3:20).

Todas las acciones del hombre, y de la sociedad resultante, reflejan esta realidad.

Isaías ve la condición humana y exclama:

¿Para qué han de ser golpeados aún? Pues todavía persistirán en rebelarse. Toda cabeza está dolorida y todo corazón está enfermo. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en ella parte sana, sino heridas, golpes y llagas recientes. No han sido curadas ni vendadas ni suavizadas con aceite (Isaías 1:5-6).

El cuadro que Dios describe aquí es la condición del leproso y del loco: la corrupción de la carne, la putrefacción de las llagas, las heridas al descubierto, todo el cuerpo tomado por la enfermedad; y esto sumado a la demencia total: el hombre en un frenesí horrendo, huyendo de Dios y rebelándose continuamente.

Dios mira a la raza humana y ve a una muchedumbre de hombres y mujeres fuera de sí mismos, rebelándose contra Él en un violento frenesí, autodestruyéndose en continua maldad, inmundos de pies a cabeza, podridos y llenos de mortandad.

Por cuanto [el hombre] extendió su mano contra Dios, contra El-Shadday se comportó con soberbia, y embistió contra Él con erguida cerviz, con el grueso relieve de su escudo (Job 15:25-26). (Aclaración contextual del autor).

Por lo tanto, el hombre no es ignorante de Dios, sino que es su enemigo voluntario. El hombre no peca porque no sabe de Dios, sino que peca contra Dios. El alma humana sabe que se debe a su creador, sin embargo, en rebeldía ciega, arremete contra su creador, porque "el que hace pecado, es esclavo del pecado" (Juan 8:34).
De más está decir que vivimos en una sociedad enferma, y sin deseos de Dios; y que el deseo más ferviente de nuestra sociedad, no es otro que negar la existencia de Dios, y proclamar su propia autonomía, para hacer según le plazca.

DIOS ES SOBERANO SOBRE EL CORAZÓN DEL HOMBRE

No obstante, Dios es soberano sobre todas las cosas,  y no hay designio humano que se le pueda oponer. 

La Biblia dice:

Del hombre son los planes del corazón, pero del SEÑOR es la respuesta de la lengua (Proverbios 16:1).

Es decir, el hombre puede imaginarse que está en control de sus caminos, y que son los planes del "YO" --los deseos de mi propio corazón-- aquellos que prevalecerán, sin embargo a no ser que Dios dé la orden, mis planes no son más que neblina, que se disipa al venir la mañana.

Todo lo ha hecho el SEÑOR para su propio propósito; y aun al impío para el día malo (Proverbios 16:4).

Como hemos visto ya, muchas veces nos cuesta colocar la soberanía de Dios en su propio lugar, cuando vemos todas las atrocidades que se observan en este mundo. El mundo nos interroga, y nos dice: "Si Dios existe, ¿por qué permite todo el mal que se ve?" Y al no saber cómo responder, pensamos que Dios no tiene nada que ver con el mal que ocurre en este mundo, sin embargo la Biblia nos dice que todas las cosas las ha hecho el Señor con un propósito. Incluso hombres tan feroces y malvados como Hitler, o Mussolini, o Stalin, o Mao, y tantos otros que han cometido horrendas atrocidades contra sus prójimos, fueron creados por Dios para el día malo, como agentes de pecado, y como agentes de destrucción, para llevar a cabo el plan de Dios sobre la humanidad, y revelar la maldad del corazón del hombre.

Salomón escribió:

Considera la obra de Dios. Porque, ¿quién podrá enderezar lo que él ha torcido? En el día del bien, goza del bien; y en el día del mal, considera que Dios hizo tanto lo uno como lo otro, de modo que el hombre no puede descubrir nada de lo que sucederá después de él (Eclesiastés 7:13-14).

Dios hace al hombre malo para el día malo, porque le place hacerlo así.

Dios hace días de bien y de alegría para nuestro disfrute, porque le place.

Dios crea los días de mal para que consideremos Sus obras, porque le place.

De modo que todo lo hace Dios, y en cada momento de luz o de oscuridad, Dios está allí, listo para ser hallado, aunque no podamos entender Sus caminos, ni comprender Sus pensamientos. 

Dios dice, sobre Sí mismo:

Yo soy quien forma la luz y crea las tinieblas, quien hace la paz y crea la adversidad. Yo, el SEÑOR, soy quien hace todas estas cosas (Isaías 45:7).

Hasta ahora, no hemos indicios en la Biblia de que Dios decrete solo el bien para el mundo, y que por alguna razón inédita, que estuvo fuera de Su control, Su perfecta voluntad no halla cumplimiento. Sino que, lo que podemos observar hasta aquí, es que es Dios mismo quien decreta tanto lo bueno como lo malo. Es Dios quien trae tanto la luz como la oscuridad. Es Dios quien edifica, y también quien derriba; quien da vida y también quien la quita; quien aflige y también quien sana. Dios está por sobre todas las cosas, no de una manera pasiva, tratando de contener todas las cosas que Él no pudo evitar, y tratando de remediar los errores humanos; sino que detrás de todo lo que sucede, Su mano estuvo detrás, Su palabra lo decretó, y Su voluntad lo deseó.

El corazón del hombre traza su camino, pero el Señor establece sus pasos (Proverbios 16:9).

Aquí la Biblia incluso nos dice que ni siquiera somos dueños de nuestro propio andar, sino que, a no ser que nuestros pasos hayan sido establecidos por Dios, ninguno de nuestros caminos prospera. 

Usted tiene la habilidad de planear, y desear, y decidir lo que va a hacer hoy, o mañana; sin embargo, no tiene el poder siquiera para hacer salir el sol mañana. A no ser que Dios establezca sus pasos y los alinee con los designios del cielo, ninguno de sus planes prosperará. 

De modo que, por encima de todo lo que el hombre planea, tanto bueno como malo, la mente de Dios traza los planes y los designios de la humanidad, y nada sucede sin que provenga de Su voluntad, y esté estrictamente en Sus planes.

Las suertes se echan en el regazo, pero al SEÑOR pertenece toda su decisión (Proverbios 16:33).

Este pasaje debería llenarnos de asombro, y hasta de temor. Pues nos está diciendo que hasta en algo tan arbitrario como lo es una tirada de dados en un casino, Dios es soberano: el resultado de las suertes proviene del Señor. Nosotros los llamamos "juegos de azar," pues no podemos controlar el resultado de lo que sucederá. Sin embargo, no hay nada que suceda al azar en el universo de Dios.

No importa cuántas veces el hombre quiera hacer según su parecer, y oponerse a Dios, la Biblia dice:

Muchos planes hay en el corazón del hombre, pero solo el propósito del SEÑOR se cumplirá (Proverbios 19:21).

Aun cuando el hombre piensa estar obrando en contra de los designios de Dios, no hay nada que el hombre haga, que Dios no haya planeado que sucediera. Aun cuando el hombre desea oponerse a los planes de Dios, no puede evitar cumplirlos. Como lo que dijeron los apóstoles, cuando oraron a Dios, aquella vez, pidiendo coraje y templanza para predicar a pesar de la persecución. Ellos oraron, y dijeron:

Pues en verdad Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y la gente de Israel se aliaron en esta ciudad contra tu santo siervo JESÚS, a quien ungiste, para hacer cuanto tu mano y tu designio predestinaron que sucediera (Hechos 4:28).

Observe, por favor, que Incluso cuando el hombre deseó declarar su autonomía, escupiendo el rostro de Dios al crucificar a Su Hijo, a quien Dios había enviado al mundo para perdón de los pecados, en todo lo que hicieron (que culminó en la atrocidad más horrenda de la historia: el asesinato del Mesías), lo único que estos hombres pecaminosos pudieron lograr, fue "hacer cuanto la mano y el designio de Dios predestinaron que sucediera."

Hasta cuando actuamos en contra de Dios, y pensamos que, por actuar en contra de Dios, tenemos autonomía y libertad sobre nuestros caminos, la Biblia dice:

Del SEÑOR son los pasos del hombre; ¿cómo podrá el hombre, por sí solo, entender su camino? (Proverbios 20:24)

No solo que el hombre no tiene manera de escapar el poder de la soberanía de Dios, quien hace según Su parecer, y quien desarrolla y ejecuta Sus designios y nada más, sino que el hombre parece estar completamente al margen de lo que realmente está sucediendo.

¡Cuántas veces ni siquiera nosotros entendemos nuestro propio procede! Pues, le tengo una noticia, sus pasos le pertenecen a Dios, desde el día de su nacimiento.

Como los repartimientos de las aguas, así el corazón del rey está en la mano de YHVH, a todo lo que quiere lo inclina. Todo camino del hombre es recto en su propia opinión, pero YHVH pesa los corazones (Proverbios 21:1-2).

Hasta en el nivel jerárquico más alto de las gobernaciones políticas, no hay legislación ni decreto que pase, que no provenga de Dios, ya sea para bien o para mal, para bendición o para castigo.

David amonesta a Israel, y dice:

Tema al SEÑOR toda la tierra; témanle todos los habitantes del mundo.

Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió.

El SEÑOR hace nulo el consejo de las naciones y frustra las maquinaciones de los pueblos.

El consejo del SEÑOR permanecerá para siempre, y los pensamientos de su corazón por todas las generaciones (Salmo 33:8-11).

No hay nada que el hombre pueda hacer, que pudiese frustrar jamás un plan de Dios. Todo plan que nuestro corazón decrete, que vaya en contra de los planes divinos, serán frustrados, y ninguno de Sus planes fallará jamás. Como leímos al principio:

Nuestro Dios está en los cielos, y él hace todo lo que quiere hacer (Salmo 115:3).

Todo lo que Dios desea hacer lo hace. Dios mueve los corazones que quiere mover, Dios guía a los que quiere guiar, y confunde a los que quiere confundir; Dios crea el bienestar y el malestar; Dios crea la luz y la oscuridad, todo proviene de Dios.

LA SOBERANÍA DE DIOS Y LA IGLESIA

Ahora bien, si todo esto es verdad, ¿dónde nos deja esto a nosotros? ¿Qué significa para aquellos que estamos en Cristo, que Dios es soberano?

De nada sirve aprender doctrina bíblica, si no podemos relacionar todo lo que aprendemos con nuestra vida diaria, y nuestra relación con Dios, pues toda la revelación que ha sido dada, fue dada para ayudarnos en nuestra relación con Dios.

La Biblia dice que, por sobre todas las cosas que Dios hace en este mundo, este Dios, quien gobierna los destinos de toda la creación, pensó en usted y en mí, desde antes de la fundación del mundo. Más aún, la Biblia nos enseña que todo lo que Dios ha hecho, desde el principio de los tiempos, fue para el bienestar de aquellos que llegarían a conocerle y a amarle:

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas ayudan para bien, a los que son llamados conforme a su propósito. Porque a los que antes escogió, también los predestinó a ser conformados a la imagen de su Hijo, a fin de ser ÉL, primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a estos también llamó, y a los que llamó, a estos también declaró justos; y a los que declaró justos, a estos también glorificó (Romanos 8:28-30).

Este pasaje nos dice tanto, pero tanto, que es injusto leerlo a la pasada, y no meditar en las verdades que nos está exponiendo, como libros que se apilan sobre una mesa. La Biblia nos está diciendo que, primeramente, Dios tenía un propósito de redimir a un pueblo para sí. El mismo apóstol escribe en la carta a los Efesios, y expande aún más sobre esta verdad, cuando dice:

Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor JESUCRISTO, quien nos bendijo en los celestiales con toda bendición espiritual en CRISTO, según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para ser santos y sin mancha delante de Él en amor, cuando nos predestinó para adopción para sí mismo por medio de JESUCRISTO, según la complacencia de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos concedió gratuitamente en el Amado (Efesios 1:3-6).

De modo que, Dios tenía un plan, un propósito desde antes de la fundación del mundo. Ahora, piense en eso. Piense en antes de la fundación del mundo. Usted nació este siglo, algunos... el siglo pasado. No tenemos entre nosotros ninguno que haya estado con nosotros desde el siglo XIX. Ya no están, han pasado delante de nosotros, se han ido.

Hoy día, vemos una persona que ha llegado a los cien años, y nos parece inalcanzable. Ahora, trate de imaginar los tiempos antes a la fundación del mundo, ¿puede imaginarse ese concepto? ¿Antes de que el tiempo existiese? Pues bien, la Biblia dice que desde aqueltiempo, Dios ya tenía un plan tramado, y este era un plan de salvación. Y en ese plan, estaba usted. Todos los que han creído, creyeron por haber sido llamados, conforme al propósito de Dios, y el propósito de Dios era que nosotros "seamos santos y sin mancha delante de Él en amor," y para esto Dios nos predestinó "para adopción para sí mismo, por medio de Jesucristo."

LOS PLANES DE UN DIOS SOBERANO PARA CONTIGO

Volviendo al pasaje de Romanos 8, la Biblia nos enseña que "todas las cosas ayudan para el bien de los que le aman." Todas las cosas que Dios ha hecho en la historia de esta humanidad, se han hecho para el bien de los que aman a Dios.

Por medio de cada bendición y maldición, Dios se estaba revelando a sus escogidos.

Por medio de los tiempos de luz y de oscuridad, Dios se estaba revelando a sus escogidos.

Por medio del bienestar y del malestar, Dios estaba revelándose a tu vida.

Por medio de las situaciones más placenteras y de las atrocidades más indecibles, Dios estaba revelándose a tu vida.

¿Por qué? Porque el plan de Dios para ti nunca fue el buen pasar terrenal (Él puede darnos un buen pasar, y lo puede quitar si así lo desea), sino que el el plan de Dios, desde antes de que existiese la luz, fue que tú y yo, un día, estemos delante de Él puros y sin mancha, en amor, habiendo sido adoptados en Cristo Jesús.

De modo que todo lo que Dios hace, y hará, se hace para ejecutar sus planes.

Por lo que, el texto continúa diciendo:

Porque a los que antes escogió, también los predestinó a ser conformados a la imagen de su Hijo, a fin de ser ÉL, primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a estos también llamó, y a los que llamó, a estos también declaró justos; y a los que declaró justos, a estos también glorificó.

Es decir, Dios tenía un plan eterno, y si ese plan te incluía a ti, Dios te predestinó para creer. No solo que Dios te predestinó para creer, sino que te predestinó a ser conformado a la imagen de su Hijo. Cuando te miras a ti mismo, y te ves tan lejos del estándar de Jesucristo, y observas la santidad de Dios, y te sientes tan sucio en tus pecados, pero al mismo tiempo ves la paulatina obra de Dios en tu vida, puedes estar seguro de algo: Dios te está transformando día a día, y un día, en el paraíso, tú serás el reflejo de la imagen misma del Hijo de Dios, pues para eso Dios te hizo.

Según este plan eterno, Dios te llamó, y te dio oídos para oír. Y habiendo oído, Él te dio fe para creer. Y cuando creíste, Él te justificó para con sí mismo, en el nombre de Jesucristo. Y a todos aquellos que Dios justifica, Dios santifica y los santifica hasta el final. Dios no falla jamás.

Ahora, a la luz de todo lo que la Biblia dice sobre el poder y la soberanía de Dios, medita por un momento en lo que todo esto significa para ti. Piensa en todo lo que Dios ha hecho, desde el principio de los tiempos, para aquellos que le aman. Piensa en cada detalle de la historia de la humanidad, y cómo cada cosa que Él decretó, tanto buena como mala, sucedieron solamente para llevar a cabo una más perfecta obra para con Su pueblo.

Dios pensó en ti, y te vio heredero del cielo. Y Dios pensó en ti, y planeó todo para que ese deseo pudiese realizarse. Y todo esto, que Él decidió hacer, no lo hizo por causa tuya, ni por causa mía, sino que lo hizo "para alabanza de la gloria de Su gracia." De modo que podemos descansar sabiendo esto: "que el que comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo." (Filipenses 1:6)

Jesucristo, hablando del plan de Dios para aquellos que habían creído en el pasado, y que creerían en Él a lo largo de la historia de la humanidad, profirió la siguiente promesa:

Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre (Juan 10:27-29).

Por medio de esta promesa, Cristo nos asegura varias cosas: Primeramente, que por medio de la predicación del Evangelio, Sus ovejas oirían la voz del Pastor. Y que estas, al oír la voz del Pastor, la reconocerían como la voz de Cristo, y que indudablemente lo seguirían. Muchos oirían el mensaje predicado, pero no todos responderían. El Evangelio se predicaría a multitudes de hombres y mujeres, y multitudes lo rechazarían. Pero aquellos que eran del Padre, al oír la predicación del Evangelio, se rendirían a Cristo sin dudar. Como oró Jesús: "Tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra." (Juan 17:6)

Segundo, que aquellos que el Padre había seleccionado para redimir, serían asegurados en Cristo Jesús, por lo que dice: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús." (Romanos 8:1) No es que Dios te salvará condicionalmente, y tendrá el hacha levantada todo el tiempo, y en cuanto peques... tu salvación te será quitada, pues ya no eres digno de Cristo. ¡No! Sino que, una vez que Dios te trae a Cristo, Él te promete esto: "De hoy en adelante, ninguna condenación hay para tu vida. Todo está saldado. La sangre de Cristo ya pagó por todos tus pecados (pasados, presentes y futuros), y tú eres inocente delante de mis ojos. Alguien más fue castigado por tu pecado. Otro llevó tu culpa, por lo tanto, tú eres justo según la santa ley de Dios."

Y tercero, que nadie (ni siquiera la propia debilidad humana) podrá arrebatar de la mano del Padre, a todos aquellos que Cristo había redimido. ¿Por qué? Porque Dios "nos escogió en Él" (en Cristo) "antes de la fundación del mundo, para ser santos y sin mancha delante de Él en amor, cuando nos predestinó para adopción para sí mismo por medio de JESUCRISTO." Y porque, como leímos al principio: "Nuestro Dios está en los cielos, todo lo que quiere hace." (Salmo 115:3)

Por lo cual, "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo." (Romanos 5:1)

Paz. Esa es la promesa: Paz. Aquellos que han sido redimidos por Cristo Jesús, se caracterizan por una vida de paz en Dios. Porque el Dios eterno, soberano sobre toda la creación, quien por medio de Sus propios designios controla cada acontecimiento, cada decisión, cada cosa que sucede, que ha sucedido y que sucederá en la historia de la humanidad... Ese Dios, quien jamás ha fallado, y quien jamás fallará en cumplir con Sus planes... Ese Dios que "anula los planes de las naciones; frustra las maquinaciones de los pueblos," y cuyos "planes y pensamientos permanecen por todas las generaciones," y quien "hace según su voluntad con el ejército del cielo y con los habitantes de la tierra. No hay quien detenga su mano..."

Ese Dios pensó en ti, y te vio santo.

Ese Dios pensó en ti, y te vio limpio.

Ese Dios preparó todo para que, al final de todas las cosas, tú comparezcas ante Él, en santidad, en gozo, en amor, para estar por siempre en Su presencia, en la luz y el esplendor del Padre, por toda la eternidad.

Ese Dios es el que te dice: "No te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho." (Génesis 28:15)

Qué, pues, diremos a estas cosas? Si DIOS está a favor de nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará gratuitamente también con Él todas las cosas? (Romanos 8:28-30, 31-32)

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