Sumergidos en la Palabra

08/05/2019


Tú encargaste que sean muy guardados tus mandamientos. ¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos Para guardar tus estatutos! (Salmo 119:4-5)

La crisis actual

No hace falta mucha observación para concluir que la Iglesia contemporánea argentina está en crisis. Una crisis que no se inicia en la persecución ideológica, ni en las sectas, ni en las falsas doctrinas aunque estos son todos factores contribuyentes. En todo caso, la crisis que enfrentamos hoy yace en una problemática muchísimo más profunda que simples ataques externos.

La crisis que enfrentamos como Iglesia hoy, es comparable con la crisis que la Iglesia enfrentó en la era oscura, durante la Edad Media, cuando el Vaticano se arrogaba el derecho de quitar la Biblia del alcance del pueblo. Esa fue una época muy dura para la Iglesia, porque todos aquellos que poseían Biblias, eran echados a hogueras con sus Biblias. ¿El crimen, me pregunta usted? Pues bien, el crimen era justamente poseer el libro sagrado.

Durante esta época, la Iglesia Católica Romana consideraba que los laicos no debían leer la Biblia, por lo que solo los "muy capacitados padres católicos" tenían el derecho de enseñarle la Biblia al pueblo, aunque como todos sabemos, no es eso lo que hacían, pues en aquel entonces la Biblia no era una prioridad para la Iglesia Católica Romana, como tampoco lo es hoy. Sin embargo, durante la era oscura, la verdadera Iglesia de Cristo arriesgaba su vida por poseer la Palabra de Dios. El tener la Biblia era un lujo muy costoso, pero los que tenían la oportunidad de tener una, a precio de sangre la tendrían.

Durante esa época, muchos que se aventuraron a traducir la Biblia del Latín al lenguaje del pueblo -o a cooperar en esa labor- eran sentenciados a morir quemados. Entre ellos se encontró William Tyndale, quien fue el pionero de la traducción de la Biblia al inglés, que hoy se conoce como King James Version (KJV). Él fue quien denunció al clero católico, especialmente al Papa, por haber retenido la Biblia del pueblo. Tyndale dijo en cierta ocasión: "Desafío al Papa y a sus leyes. Si Dios preservase mi vida, de aquí a muchos años haré que un niño labrador sepa más de la Biblia que él." Era de esperarse que un hombre así, en el entorno social que tuvo que enfrentar, no llegase a la vejez.

De modo que William Tyndale también fue condenado al fuego. Según reportes de su muerte, sus últimas palabras antes de morir, fueron: "Señor, abre los ojos del rey." Milagrosamente, cuatro años después de su muerte, se comenzaron a publicar (bajo decreto real) biblias en Inglés. Una de ellas fue The Great Bible, publicada por el Rey Henry de Inglaterra. Su legado desembocó en la Biblia traducida por orden del rey James de Inglaterra, Biblia denominada hasta hoy King James Bible; que en un gran porcentaje deriva directamente de la traducción de Tyndale.

El reformador español Casidoro de Reina (traductor de La Biblia del Oso -cuya revisión hecha en 1604 por Cipriano de Valera fue la primera versión Reina Valera), realizó gran parte de su obra de traducción "a las escapadas," ya que siempre estaba huyendo de la inquisición, quien ya se había enterado de la obra que Casidoro de Reina estaba elaborando, y deseaban apresarlo a toda costa. Por gracia de Dios, no fue prendido, y logró desarrollar su ministerio hasta que partió con el Señor a la edad de 70 años, en Alemania.

Ahora, algo que debemos considerar aquí es lo siguiente: cuando la persecución externa quitaba la Biblia de las manos de la Iglesia, esta se agarraba de Cristo, y prefería morir para poseer, leer, estudiar, y compartir la Palabra de Dios. La ignorancia que la Iglesia Católica Romana propagaba por medio de la desinformación, el control de los recursos, el poder brutal de la inquisición, y la apropiación de la fe de los perdidos "fieles" que los seguían por la fuerza, no eran una opción para el pueblo de Dios.

No obstante, debemos reconocer también que el objetivo de Satanás siempre fue quitar la Palabra de Dios del alcance de la Iglesia. Asombrosamente, durante la persecución violenta, el objetivo no se logró. Si bien las masas siempre fueron lideradas por gobernantes inestables, y el pueblo religioso y supersticioso siempre siguió lo que un hombre con un cuello clerical o un título de ministro les dijo; la Iglesia verdadera supo que era hora de pelear, y a pelear fue.

No obstante, lo que se ve hoy es muy diferente, en todos los sentidos, a lo que se experimentó en el pasado. Diferente digo, en apariencia y forma, pero en esencia, es exactamente lo mismo. El objetivo de Satanás continúa siendo la desinformación, porque por medio de la desinformación, las Palabras del Dios viviente son distorsionadas, y lo que es el Poder de Dios para Salvación -el Evangelio de Cristo- es reducido a poco más que fábulas humanas. Al igual que antes, las masas confundidas continúan siguiendo las modas, y continúan alimentándose de cualquier veneno que se les sirva desde un púlpito, mientras sea un ministro el que lo sirve. Y esto sucede porque la mente supersticiosa y religiosa debe tener -necesita- sus ritos religiosos. La mente religiosa debe cumplir con la costumbre de "ir a misa los domingos." Así que, en esto, la historia que estamos viendo hoy, es esencialmente la misma que la que se vivió durante la Edad Media: El religioso sigue ciegamente a otro ciego que tiene un cuello clerical, o un título de pastor; la institución eclesiástica vive por la desinformación de las masas; y la verdadera Iglesia es perseguida. Sin embargo, lo que es distinto hoy, es que si bien la Iglesia de Cristo siempre lo elige a Él, a pesar de las modas (pues Sus ovejas se caracterizan porque cuando oyen Su voz, consiguientemente lo siguen); la Iglesia de los últimos días no está mostrando la dedicación aguerrida por la Palabra de Dios que la Iglesia mostró en otras épocas.

La Iglesia de hoy siente que no necesita luchar por la Palabra de Dios, y por eso, no lo hace. Ignorando que hoy, a medida que nos acerquemos a la recta final, la batalla que el enemigo está presentándonos es más fuerte que nunca. La Iglesia hoy parece no apercibirse de la realidad en que vivimos, y parece que hoy se ha perdido la personalidad aguerrida de los verdaderos valientes de Jesucristo, aquellos que toman el reino por la fuerza. Hoy no vemos mucho de eso. Lo que sí vemos, es una comunidad pseudo-cristiana muy confundida en su identidad, que no discierne entre su derecha y su izquierda, y que intenta más y más buscar concesiones con el mundo.

Sin embargo, no debemos olvidar que, tal y como pasó en la antigüedad, la labor de la Iglesia hoy sigue siendo la misma de antes: luchar por la Palabra de Dios con garras y dientes; pues más que antes -mucho más que antes- la Palabra de Dios está bajo ataque, y el enemigo está luchando con garras y dientes para mantener vivo el efecto de la desinformación.

Ahora bien, me duele tremendamente en el corazón ver a tantos cristianos ignorantes de cosas básicas de la Biblia, teniendo hoy el nivel de acceso a todo tipo de información que queramos tener. Hoy hay cristianos que saben más de política que de la Biblia. Hay cristianos hoy que saben más de moda, de la farándula, de la televisión, de las noticias... del mundo que de la Biblia. Me duele en el alma ver lo que veo. ¿Y quiere saber por qué? Porque hoy tenemos la Biblia metida hasta en nuestros celulares. 30 años atrás, uno tenía que guardar plata por meses para poder comprarse un buen comentario bíblico, o una buena concordancia. Hace décadas, un cristiano ahorraba dinero por meses para poder tener su primera Biblia de estudio... y hoy accedemos a todo eso sin costo, y así y todo la Iglesia es ignorante de la Biblia. Es increíble. ¡Anatema de anatemas! Espeluznante mal que nos invade. Horrible espíritu de letardo que no parece disiparse de entre nosotros. Mortal comezón de oír. Oídos con más callos que mano de levantador olímpico. Y lo peor de todo es la arrogancia con la que niños espirituales y bebés de pecho hablan contra aquellos que han decidido andar en las sendas del Salvador. Ese supuesto conocimiento que tantos alardean de tener, cuando ni siquiera han llegado a la letra B del alfabeto bíblico.

La Iglesia de hoy parece un ejército derrotado. ¿Porqué digo eso? Porque la característica de un ejército derrotado no es que estén perdiendo la batalla, sino que se saben perdidos, y ya ni intentan ganar. Y eso es lo que he visto en poco más de un año en la Argentina. Mientras que el camino que nuestros hermanos de antaño escogieron fue la muerte por fuego en vez de tirar la toalla, hoy parece que el camino que muchos escogen es la ignorancia voluntaria. No en vano Cristo, hablando de nuestros días, reflexionó y preguntó: "Cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?"

La Iglesia que Cristo edifica

Hay un episodio en la Biblia que todos habremos oído alguna vez, y es el momento en que Cristo promete edificar Su Iglesia. La Palabra nos dice lo siguiente:

Cuando llegó a la región de Cesárea de Filipo, Jesús preguntaba a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista, y otros Elías, y otros Jeremías, o uno de los profetas. Les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Respondió Jesús y le dijo: Bienaventurado eres, Simón bar Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los Cielos. Y Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella (Mateo 16:13-18).

Este episodio es de tanta importancia para la Iglesia a lo largo de toda su historia. ¿Por qué digo eso? Pues porque Jesucristo prometió, en esta ocasión, que Él edificaría Su Iglesia, pues si Jehová no edifica la casa, los edificadores trabajan en vano (Salmo 127:1). Es importante que entendamos lo siguiente: la Iglesia verdadera no consiste en números. La Iglesia no consiste en modas, ni en nuevos principios, ni en alcanzar al mundo con un mensaje de paz, de comodidad, de restauración emocional, y de alta autoestima. Todos estos métodos son bien útiles para edificar una iglesia absolutamente carnal, absolutamente sensual, que pone los deseos del hombre primero, que sirve cualquier porquería la gente quiere comer, y que no tiene nada de Dios, pero resultan completamente contraproducentes cuando se trata de edificar la verdadera Iglesia de Cristo.

La Iglesia de Cristo no se edifica por tener un mensaje más relevante que otras iglesias, ni por tener un pastor más hip, ni por usar una versión de la Biblia más actual -como muchas que suenan tan bonito, y que desdibujan completamente todas las doctrinas del Evangelio en el proceso. La Iglesia de Cristo tiene una cualidad inalterable y no-negociable: está siendo edificada por Cristo mismo.

La Iglesia de Cristo es de Él. Le pertenece a Él desde antes de haber existido, y todo lo que Dios ha obrado en la historia del universo, hasta el final de los tiempos, tuvo, tiene y tendrá como objetivo la redención, santificación y glorificación de la Iglesia escogida por Dios, en Cristo, desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1) Y por esa razón, el Señor no pondría a otros a cargo de la edificación de Su Iglesia en el mundo, sino que, por medio de Sus discípulos (todos aquellos que habían creído y que seguirían creyendo en Su Nombre, a lo largo de la historia de la humanidad), Él mismo edificaría a Su amada. Él llevaría a cabo esta edificación, partiendo de algo que Él denomina aquí: "esta roca."

La Roca

Si vamos a entender la forma divina para la edificación de la Iglesia, debemos entender que la roca de la cual Jesús habla aquí, no es Pedro, aunque muchos han llegado a creer eso (razón de una de las herejías más grandes en el mundo hoy, que es la doctrina de la sucesión apostólica en la persona del Papa, para la Iglesia Católica Romana; y que la Iglesia Evangélica está absorbiendo en la doctrina de la sucesión apostólica en la nueva onda en la que todos son apóstoles, ambas tergiversaciones de la Biblia, que nacen por un malentendido fundamental en lo que Cristo dijo aquí).

En ningún momento la Biblia presenta otra roca para nuestra salvación, y para la vida y el crecimiento de la Iglesia, que no sea Jesucristo mismo. Como dije recién, el haber malentendido este pasaje, ha llevado a la blasfemia más grande en nuestro tiempo presente, que es la doctrina de que Dios es representado corporalmente en la tierra, en la persona del Papa. Así que, si vamos a hablar del crecimiento de la Iglesia de una manera bíblica, es de mayor importancia -imperativo- que entendamos lo que Cristo Jesús dijo en este pasaje: Jesús nunca dijo que el hombre, (cualquier hombre) con todas sus fallas y falencias, sería la roca sobre la cual Él edificaría Su Iglesia. Es más, la roca que desecharon los edificadores, y que por Dios fue hecha cabeza del ángulo de la Iglesia es Jesucristo mismo, no algún otro hombre (Salmo 118:22; Hechos 4:11; 1 Pedro 2:7).

Ahora, es inevitable ver que con esta declaración que leímos arriba, Jesús tampoco estaba refiriéndose a Sí mismo, pues Él dijo estas palabras en respuesta a una confesión de fe que había venido de Dios el Padre, por boca de Pedro. De modo que, la roca de la cual Jesús está hablando en este pasaje, es la revelación que vino por Pedro de parte del Padre: La declaración de que Jesús es el Hijo del Dios viviente. Jesús está diciendo que sobre esta verdad, Él edificaría Su Iglesia, y que la evidencia de que esta sería Su Iglesia -la Iglesia que Cristo edifica- sería que las puertas del mismo infierno no prevalecerían contra ella: un andar victorioso, capaz de hollar sobre las guaridas del infierno, y derrotarlas.

Cuando Jesús profiere estas palabras, hay dos verdades que se nos revelan, que no pueden ser ignoradas, pues una va de la mano de la otra: Primeramente, Cristo dijo que Su Iglesia sería edificada sobre algo que sería un fundamento tan fuerte y tan firme, que llevaría a la Iglesia a lo largo de las edades, en el conocimiento de Dios, a pesar de las persecuciones, las sequías, la apostasía, la pobreza, y todas las tribulaciones que la Iglesia sufrió desde sus comienzos. Y este fundamento, que llevaría a la Iglesia de victoria en victoria, era la revelación de la persona de Cristo. "¿Quién es Cristo para ti?" Esa fue la pregunta del Señor. Primeramente: "¿Quién es Cristo para el mundo?" Ya que, de la misma manera que sucede hoy, sucedía entonces: hay tantas definiciones acerca de Cristo como habitantes hay en la tierra. Sin embargo, lo que valía no era lo que el mundo decía de Él sino "¿Quién decís vosotros que es el Hijo del Hombre?" ¿Quién es Cristo para ti, ahora mismo? Pues si tu corazón no puede estallar en adoración y decir: "Mi Cristo es el Hijo del Dios viviente, quien se entregó por mis pecados para redimirme para Sí mismo," puede ser que tu vida no esté fundamentada en la revelación correcta de Jesucristo.

Lo segundo que se ve en las Palabras del Señor es que por estar fundamentada en la perfecta revelación de la persona de Jesucristo, la Iglesia caminaría en victoria. Que sin importar cuántos ataques el enemigo trajera sobre la Iglesia, y sin importar los períodos de prueba y tribulación, sin importar los pecados que la Iglesia encontraría y con los que debería lidiar para ser santificada más y más por Dios, para el Amado... que sin importar nada de los estorbos que la Iglesia encontraría en el camino, la Iglesia andaría en victoria. Y que por andar y militar en la revelación y el conocimiento de la persona de Jesucristo, la iglesia vencería contra el infierno. El infierno atacaría, traería batallas, intentaría destruir y devorar -si eso fuese posible- a los escogidos, pero la Iglesia de Cristo militaría en constante victoria.

Lo tercero que se desprende de lo que leímos arriba, es que si lo segundo no pasa, puede ser que lo primero se haya visto afectado. Lo que Cristo dijo no era un plan, ni un deseo de Dios, ni una posibilidad... sino algo tan firme como cualquier otra ley natural: La verdadera Iglesia de Cristo le conocería a Él, y ese conocimiento le daría victoria en todos los frentes. Lo que debería llevarnos a pensar lo siguiente: Si la Iglesia de hoy no ve victoria en todos los frentes, sino que parece que el mundo avanza más y más en el pecado y en un creciente frenesí de odio contra Dios y contra todo lo bueno; y si parece que la Iglesia siempre está tres pasos atrás del mundo, y si parece que la Iglesia no afecta al mundo tanto como el mundo nos está afectando a nosotros... ¿será posible que la revelación de la persona de Cristo sea débil en nosotros? ¿Será posible que no le conozcamos como debemos? ¿Será posible que no estemos andando en el conocimiento del buen Pastor, y que nos hayamos trazado nuestros propios caminos, según lo que nos resulta cómodo?

La Iglesia: Baluarte de la Verdad-DERRIBANDO FORTALEZAS
Hoy se habla mucho de derribar muros y fortalezas. Se canta mucho sobre el derribar las fortalezas. Y a modo de regla general, si una canción cristiana trata con el derribar de fortalezas, siempre es una canción bien rápida, repetitiva, ruidosa, que incita al extasié emocional, al salto, al barullo, y a todo lo que tantos creyentes de hoy han llegado a asociar con "adoración."

Hace poco, visitando una Iglesia a donde fui invitado, escuché una canción que decía así: "Los muros caerán, al sonar mi cántico; los muros caerán, con gritos de júbilo. Saltando los muros caerán, gritando los muros caerán..." Ahora, preste atención a esto, mi amado hermano: este tipo de canciones, aunque se prestan para un buen show, para saltar, para gozarse, y generalmente para hacer mucho ruido... tiene poco impacto directo sobre la vida del cristiano, pues tienen muy poca verdad doctrinal.

Si bien este es un tema totalmente aparte, nunca sobra recalcar que la adoración a Dios debe ser en espíritu y en verdad. Es decir: Primeramente, debe estar motivada por el Espíritu de Dios. Debe estar guiada por el Espíritu de Dios. Debe estar inspirada por el Espíritu de Dios. Y segundo, debe estar basada en, y ser fiel a toda la verdad de Cristo que se nos ha revelado en la Palabra. La adoración que place al Padre es aquella que se amolda a Su Palabra, pues esa es la única adoración que Su Espíritu va a motivar en Su Iglesia. Si nuestra adoración no se amolda a la Palabra de Dios, podemos estar seguros de algo: el Espíritu de Dios no es quien está motivando esa adoración, de modo que nuestra adoración es carnal y no espiritual. Y la adoración carnal en poco se diferencia de la idolatría.


Examinando a la luz de la Palabra esta canción que acabo de citar, podemos decir que la Biblia jamás dijo que la Iglesia vencería gritando, cantando, saltando, ni haciendo mucho batifondo. Sino que la marca de la Iglesia de Jesucristo sería que la Iglesia vencería al infierno... porque estaría establecida sobre una verdad que la trastornaría y le daría tal autoridad, que la puertas del mismo infierno no podrían con ella.

Ahora, esta Iglesia -la Iglesia verdaderamente edificada por Cristo- al moverse, estremecía la tierra. La Biblia nos cuenta de un episodio en el que Pablo y Silas, en un viaje misionero, son atacados tan vehementemente por las masas, por causa del escándalo que predicaban -el Evangelio de Cristo siempre fue un escándalo, como antes, también hoy- y son puestos en prisión a causa de su predicación. No solo fueron puestos en prisión, sino que, por el severo encargo que el carcelero recibió acerca de estos dos hombres, éste los pone en el cepo que estaba en la parte más segura de la cárcel.

El episodio cuenta que estos dos humildes misioneros, al llegar la noche, cantaban himnos al Señor. A pesar de la condición en la que estaban, cantaban con verdadero gozo de tener a Cristo... y los presos los oían. Ahora bien, la Biblia no nos dice las dimensiones de la prisión, ni el diseño de las celdas, los pasillos, ni nada por el estilo. De modo que no podemos concluir que los presos los oían porque ellos estaban cantando muy fuerte, pues sería igualmente válido decir que los presos que estaban más cercanos a ellos, por la proximidad, podían oír lo que los apóstoles cantaban. ¿Por qué hago esta aclaración? Porque quiero que se entienda lo siguiente: lo que pasó luego en esa prisión, no tenía nada que ver con el volumen de la alabanza, sino con la pureza de los corazones de los que esta emanaba (el que tenga oídos, que oiga).

La Biblia dice entonces que, en un momento de la noche, hubo un terremoto tan fuerte que hizo temblar los cimientos de la cárcel, y los cepos se abrieron, las cadenas se cayeron y las puertas de las celdas se abrieron. Ahora, hermano, ¡dígame si esto no es adoración poderosa!
Sin embargo, como dije ya, esto no sucedía porque la Iglesia cantara muy fuerte, o gritara mucho, o saltara haciendo mucho batifondo, o fuese muy ruidosa. Sino que esto sucedía, porque había un factor principal, que era el fundamento de todo lo que la Iglesia hacía, que se traslucía en la alabanza y la oración de la Iglesia.

Recordemos esto: en el capítulo 18 del primer libro de los Reyes de Israel y de Judá, hay un episodio que debería hacernos reflexionar mucho sobre el tipo de adoración que tenemos hoy. El episodio nos dice que Elías debía enfrentarse a 400 profetas de Baal. La prueba propuesta era simple: tanto Elías como los 400 profetas de Baal ofrecerían una ofrenda delante de su Dios, y el Dios que respondiese con fuego, era el verdadero Dios de Israel. Ahora, fíjese lo siguiente: los que saltaban, gritaban, daban vueltas, gritaban un poco más, seguían saltando, clamando, y hasta lacerándose... eran los profetas paganos. Cuando a Elías le toca orar, su oración consiste de pocas palabras, a las que Dios responde vigorosamente, mandando fuego del cielo "y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja." (1 Reyes 18:38)

En el libro de los Hechos, capítulo cuatro, vemos otro episodio similar. La Biblia nos cuenta que luego de que los apóstoles fuesen arrestados y azotados por el sanedrín judío, ellos vuelven a los creyentes, se arrodillan y oran. Es interesante leer la oración de la iglesia en ese momento, pues ellos no oraron en contra de la persecución, ni ataron al diablo para que no los molestara en su ministerio de predicación, ni ataron a los gobernantes que se oponían al nombre de Cristo. ¿Por qué digo esto? Porque para ese entonces, el conocimiento de atar y desatar en el nombre de Jesús, ya era común en la Iglesia. Eso no fue algo nuevo que descubrimos nosotros, sino que era parte de la promesa de Jesucristo hacia la Iglesia, en respuesta a la confesión de Pedro. De modo que ellos podrían haber atado al diablo y a los gobernantes, ellos podrían haber "proclamado y declarado" que las cosas tenían que aplacarse para que ellos pudiesen ministrar sin estorbos... sin embargo ellos no oraron para que Dios les quitara el peligro de encima, sino que oraban por valor, y para que el Señor confirmase la Palabra que ellos predicaban, con portentos y señales. La Biblia dice que, cuando ellos estaban orando de esta manera, el lugar tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo.

Poniendo la doctrina de Jesucristo donde corresponde

La pregunta, entonces, sería: ¿cuál era ese factor que hacía a la Iglesia tan poderosa, y que se ha perdido en tantos frentes en la actualidad? Hoy se habla tanto de estrategias espirituales que parece que si no tenemos la estrategia correcta, todo sale mal. Y oigo a veces de estas llamadas "estrategias espirituales" que parecen más sacadas de un libro de curanderos que de la Biblia... pero ¿qué dice la Biblia verdaderamente? Pues bien, la real estrategia espiritual de la Iglesia se ve en Hechos capítulo 2, cuando Lucas, el escritor sagrado, describe la vida de la Iglesia. Y la Biblia nos dice lo siguiente:

Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones (Hechos 2:42).

Qué paradójico que es, cuando consideramos que el momento de más intimidad, de más enamoramiento, de más devoción, de más milagros en la Iglesia (la era de la iglesia primitiva), no estuvo marcado por mucha algarabía, ni por encontrar los métodos más amigables para presentar el Evangelio al pecador, ni por buscar e introducir las últimas modas a la comunidad de los creyentes... ni siquiera por buscar mucho los milagros y el mover poderoso del Espíritu (aunque ambos eran una marca del andar cotidiano de la Iglesia). Sino que lo que hacía a la Iglesia tan poderosa en su andar, era precisamente lo que Cristo había dicho en respuesta a la confesión de Pedro, cuando anunció que sobre esta roca Él edificaría a Su Iglesia -razón por la que en un solo sermón, el Espíritu se movía compungiendo corazones de tal manera que se convertían de a miles- y que las puertas del Hades no prevalecerían contra la Iglesia -tanto que cuando la persecución aumentó, y apretó, y presionó, la Palabra solo crecía, y no menguaba. Lo que hacía a la Iglesia de Cristo tan poderosa, era que ellos "perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones."

Hace poco escuché a Dante Gebel decir que la Biblia es un libro de historias y principios. Y si bien no me asombra escuchar tal descripción de la Palabra de Dios de un hombre como él, hay algo en lo que él dijo que se podría aplicar aquí: Realmente existe un principio espiritual en lo que estamos diciendo: Cuando la Iglesia busca primeramente el reino de Dios y Su justicia, todo lo demás viene por añadidura. Cuando la Iglesia desea, anhela, se esmera fervientemente estar fundamentados en la Palabra de Dios, el Espíritu se hace presente de tal manera, que no hay que orar por victoria, pues la victoria está siempre presente. Del mismo modo... cuando tenemos que estar rogando, gritando, clamando, saltando y vociferando a moco tendido para que Dios nos escuche... ¿Será posible que lo que estemos haciendo no sea lo que la Iglesia naturalmente haría, sino más bien adoptar métodos paganos para captar la atención de Dios, como lo hicieron los profetas de Baal? Y si eso es lo que hacemos... ¿será que verdaderamente no somos la Iglesia que Cristo está edificando? Duro de pensar, ¿verdad? Es duro permanecer en pie, con todas las cosas que hacemos hoy, cuando filtramos todo por la Palabra de Dios.

Sin embargo, cuando hay doctrina sana, y cuando eso es lo que se anhela desarrollar, y cuando se ora para que Dios revele más y más de Su Palabra a nuestras vidas, el crecimiento de la Iglesia es indiscutible, imparable e incuestionable. Ahora bien, cuando el crecimiento de la iglesia es discutible, parable y cuestionable (como lo vemos hoy), deberíamos preguntarnos: ¿Será que hemos abandonado el conocimiento de la persona de Jesucristo, que debía haber sido la roca de nuestro andar, y la piedra angular de toda la edificación?

Cuando los Muros Sí Cayeron
Es indudable que toda alusión a que "los muros caerán," en las canciones modernas, se refiere al episodio que vemos en el libro de Josué capítulo 6. Y es de esperarse, cuando la doctrina de Cristo no abunda en la Iglesia, que un pastorcito o maestro mal instruido leerá ese episodio y enseñará: "Debemos gritar en el nombre de Jesús, y los muros de esos problemas caerán." Pero eso no es lo que la Biblia enseña en la toma de la tierra prometida. No. Ni por aproximación.

La Biblia nos muestra que la toma de Jericó fue la primera de muchas conquistas de Israel en la tierra de Canaán. Y la única vez que ellos gritaron (y fue por orden divina, en el momento que Dios les ordenó, no antes) fue durante la toma de Jericó. Nunca más se repitió ese episodio en las conquistas que siguieron. Todas las demás ciudades no fueron tomadas a los gritos.

Ahora, ¿por qué Dios ordenó algo tan simple como un grito, para derribar los muros de Jericó? Pues porque Jericó se jactaba de sus murallas. Las murallas de Jericó se decían que eran impenetrables. Ellos eran una ciudad grande, importante e imponente en Canaán. Y Dios hace dos cosas por medio de Israel: primero, los llena de miedo. Pues cuando los dos espías van a ver la tierra, en Josué capítulo 2, se les dice a ellos que todos en Jericó estaban amedrentados por causa del Señor, que estaba con Israel. Segundo, Dios les demuestra que, delante de Él, no había muralla que permaneciese en pie: que Él podría derribarla utilizando algo tan simple y hasta infantil, como lo es un grito de guerra en equipo.

Sin embargo, el grito no fue la estrategia de la conquista. Sino que la estrategia de la conquista fue la misma que Cristo estableció como fundamento de la edificación y el crecimiento de la Iglesia, que ya hemos visto arriba. Y se lo puedo demostrar. La Biblia dice que antes de comenzar la conquista, Dios le habla a Josué y le da la estrategia que él debería mantener durante todo el tiempo de su vida, durante todo su peregrinaje como conquistador. Había algo que, si él lo hacía, su victoria estaba asegurada. Y asombrosamente, la estrategia a seguir no era bélica, y no era ir marchando a los gritos tampoco. Sino que la estrategia era algo muy personal para Josué. Algo que él debía hacer solo, sin la ayuda de nadie, y que solo Dios vería si Josué lo estaba haciendo según lo ordenado por Dios, o no. La estrategia era esta:

Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas (Josué 1:8-9).

¿La estrategia, me pregunta usted? Pues una ardua búsqueda de Dios, por medio de Su Palabra, que sin duda desembocaría en un profundo conocimiento del Señor... tal cual lo vimos arriba, cuando Cristo dijo que por medio del conocimiento de Él, la Iglesia sería victoriosa, ¿recuerda?

Josué, como emisario de Dios, debía ser un hombre de valor. Él debía ser muy valiente y grandemente esforzado, si iba a conquistar la cantidad de reinos que conquistó. Sin embargo, la única forma en que él podría obtener el coraje, la fuerza, la entereza y la sabiduría necesaria para guiar al pueblo en victoria, sería por mantener la ley de Dios en sus labios cada momento de su vida, y por meditar en ella de día y de noche.

La victoria no vendía por declarar victoria. Hoy hay una obsesión con declarar lo que queremos que suceda (otra cosa que no viene de la Biblia, sino que los pioneros de la declaración positiva introdujeron esta práctica en la iglesia, copiándola de las disciplinas orientales). La victoria no vendría por protestar, o por patalear. Hoy hay una manía en la iglesia, de salir a protestar contra esta o aquella ley, y hacer escándalo, y pelearla con los números... sin embargo la victoria que Dios le prometió a Josué no venía por capricho santo, sino que vendría sola y únicamente en respuesta a una cosa: "Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito."

Me pregunto yo: ¿Cuántas cosas poderosas veríamos en nuestras iglesias hoy, si hiciéramos esto, tal cual está escrito?

La Iglesia y los Ataques Ideológicos Modernos: CON MIS HIJOS NO TE METAS

A modo de reflexión final, quiero contarle algo que sucedió en China durante la revolución cultural. Cuando el comunismo se estaba volviendo fuerte en la República Popular China, a modo de erradicar la fe cristiana del país, algo que los comunistas hicieron fue acusar a los cristianos de insurrectos, declararlos ilegales, y quitarles la patria potestad sobre sus hijos. Los cristianos eran puestos en campos de trabajo forzado, y los niños en escuelas comunistas para ser adoctrinados por el gobierno.

Ahora, ¿porqué es que estoy contándole esto? Pues porque dentro de poco, en nuestro país podremos estar viendo algo muy similar, bajo todo este movimiento feminista y LGTB, que intenta pervertir al ser humano desde la niñez. Cuando las leyes que están por ser pasadas (que ser van a pasar) finalmente pasen, nosotros podríamos terminar siendo considerados criminales. El que se oponga a lo que por ley es bueno, será un criminal. Y si usted se niega a que su hijo sea educado en el sistema que el gobierno le va a imponer, usted va a estar quebrando la ley, y privando a su hijo de educación básica.

No sería de extrañar entonces, que nosotros perdamos patria potestad sobre nuestros hijos, y que nuestros hijos sean puestos en entidades del estado, para ser adoctrinados como ellos quieren, tal y como sucedió en la China Comunista. Ahora, mi pregunta es esta: ¿cómo guardamos a nuestros hijos de eso? O mejor dicho: ¿Qué estamos haciendo hoy para preparar a nuestros hijos para algo así?

Hoy veo que con mucho frenesí, ciertos grupos pro-vida están con todo el "Con-Mis-Hijos-No-Te-Metas." Que es una forma mundana de repeler una ley. Una forma mundana e ineficaz, porque cuando una ley se va a pasar, se pasa, diga lo que diga usted. Sin embargo, la Biblia nos da una forma, por la que nosotros podremos garantizar que, si tuviesen que pasar por esa temerosa experiencia, nuestros hijos tendrán lo suficiente para permanecer de pie, frente al adoctrinamiento del mundo. La Biblia nos amonesta diciendo:

Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas (Deuteronomio 6:4-9).

La Biblia nos ordena, a todos aquellos que somos padres, algo muy similar a lo que Dios le ordenó a Josué como líder de la conquista de Canaán. La Biblia dice en este pasaje, varias cosas, que si las leemos todas juntas, somos propensos a pasar por alto el alto grado de relación que tienen con las cosas que hemos leído ya.

En primer lugar, el Señor le dice a Israel: "Jehová nuestro Dios, Jehová uno es." En medio de un entorno socio-cultural que promovía la adoración a múltiples deidades, como lo era la tierra de Canaán, Dios amonesta a Su pueblo a conocerle como el único Dios. Dios no era uno más de tantos. Los estatutos del Señor no eran una forma más de vivir, entre tantas que habían. Sino que, "Jehová nuestro Dios, Jehová uno es." Como dijo Cristo mismo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida." (Juan 14:6) No hay otra verdad que el pueblo de Dios deba conocer, fuera del conocimiento íntimo de la persona de Jesucristo. Y si ellos habrían de amar al Señor, y consecuentemente enseñarles a sus hijos a amar al Señor, ellos debían primero conocer al Señor por quien Él es.

Segundo, que este conocimiento del Señor, llevaría naturalmente a la persona a un enamoramiento profundo con Él. Por lo que continúa diciendo: "amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas." Hay algo que debemos entender, aquellos de nosotros que somos padres: nuestros hijos no necesitan oír más doctrina de nosotros, sino que necesitan ver un genuino amor a Dios en nuestro ejemplo. Si yo, como padre de familia, no puedo decirle a mi hijo: "Tu has visto en mi vida, que Dios es real; y has visto mi ejemplo de amor por Él;" entonces probablemente no esté haciendo mi trabajo como padre. Si yo no puedo, al final de mis días, decirle a mis hijos, cual Rey David a Salomón: "Yo sigo el camino de todos en la tierra; esfuérzate, y sé hombre: Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos" (1 Reyes 2:2-3); entonces nada de lo que yo les diga dará resultado, pues Dios no es una realidad en mí; y el conocimiento de Dios no es verdadero en mi vida.

Sin embargo, si yo, como padre, puedo mostrarles a un Cristo personal y vivo, entonces podré guiarlos con mi testimonio y ejemplo de vida al genuino conocimiento de Dios, como continúa diciendo el pasaje leído: "Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas."

Esta es la mejor forma de decirle al mundo: con mis hijos no te metas. No por pancartas, ni por protestas, ni por guerra ideológica... sino porque yo, a puertas cerradas, he edificado en mi casa un altar a Dios, en que todo es adoración a Él, todo se hace por Su Palabra, y porque en toda ocasión yo busco enseñarles a mis hijos a conocer a Dios, y a seguir Su Palabra.

Y si nosotros hacemos esto, de la misma manera que la victoria estaba prometida a Josué antes de comenzar a guerrear, en tanto y en cuanto él no fallase en "nunca apartar de su boca al libro de la ley, sino meditar en él de día y de noche;" la victoria también nos está prometida a nosotros, pues no en vano dice la Palabra:


Y este será mi pacto con ellos, dijo Jehová: El Espíritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de la boca de los hijos de tus hijos, dijo Jehová, desde ahora y para siempre (Is. 51:21).

Conclusión

Hermano amado, la única forma en la que usted podrá hacerle frente a un mundo caído, y que corre más y más apresuradamente a la perdición, es por medio de estar fundamentado en el verdadero e íntimo conocimiento de la persona de Cristo. Si tu vida cristiana no está marcada por la victoria que Cristo prometió, puede ser que este factor haya sido afectado en tu vida, y estés siendo llevado fútilmente por cualquier viento de doctrina que sopla por aquí o por allá.

No hay atajo al conocimiento de Dios. En la Ley Mosaica, el conocimiento de Dios venía por medio del estudio arduo de las Escrituras. En la conquista de Canaán, la victoria era garantizada solo en respuesta a un íntimo conocimiento de la persona de Dios, por medio de un esforzado y devoto estudio de la Ley de Dios, que debía durar todo el día, y toda la noche. Es decir, cuando duermo, lo último que mi mente está meditando, antes de cerrar mis ojos, es la Palabra de Dios. Cuando me despierto, lo primero que mi corazón anhela, es la Palabra de Dios. Hasta que mi corazón está tan empapado de la Palabra de Dios, que en mis sueños, me continúa ministrando. En las Palabras de David a Salomón, el crecimiento viene por conocer íntimamente los preceptos del Señor y ponerlos por obra. En la promesa de Jesucristo, la Iglesia ser caracterizaría por un andar en victoria, en respuesta a un íntimo conocimiento de la persona de Jesucristo, por medio de la revelación de Su Espíritu... de modo que la receta siempre ha sido la misma.

No hay conquista si uno no está sumergido en la Palabra. No hay victoria si uno no está sumergido en la Palabra. Su familia no estará en Cristo, si usted no está sumergido en la Palabra... Y lo más importante: A no ser que estemos sumergidos en la Palabra, no podemos llamarnos Su Iglesia.


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