"Yo leo la Biblia, no necesito otros libros," la excusa de una generación bíblicamente analfabeta

Esta mañana recibí un comentario en una publicación mía en mi página de Facebook, que decía algo así: "¿Y si leemos más la Biblia, las sagradas escrituras, y oramos, en vez de leer sus libros?" Obviamente, esto fue publicado a modo de ofensa, con la intención de degradar mi trabajo como maestro cristiano. Sin embargo, la pregunta continuó resonando en mi mente bastante durante el transcurso de la mañana, y decidí abordar el tema aquí.
La revelación de Dios siempre vino a hombres que valoraban Su Palabra, y valoraban la oración. Este es un punto indiscutible. Aún cuando Dios se reveló a hombres que eran, por naturaleza, enemigos de todo lo bueno (por ejemplo, cuando Dios se revela al rey Nabuconodosor, al terminar este su período de locura), no lo hace sino hasta primero forzar en Nabuconodosor la alabanza que es digna a Dios, quien es por siempre el único sempiterno Rey. De modo que, siempre Dios se reveló a gente que, por las buenas o por las malas, estaba en una búsqueda de Dios.
Así que si uno quiere recibir Palabra de Dios, no hay mejor forma que por medio de las Escrituras y la oración. Uno no conocerá a Dios sin dedicarse a la Biblia. Uno jamás conocerá a Dios si no se mete en ardua búsqueda de Él. Y por más que haya millones de libros escritos acerca de la Biblia y del que la inspiró, nada reemplaza meterse en una búsqueda personal de Dios, por medio de Su Palabra y nada más, por la cual Él nos transforma en Su propia imagen.
Sin embargo, aunque esto es verdad, los apóstoles también escribían a las iglesias con frecuencia, a fin de enseñarles la Palabra de Dios de manera sistemática y puntual. Muchas de las cartas apostólicas, hoy forman parte de nuestro canon; otras muchas, sin embargo, no. Muchas de esas cartas fueron escritas por inspiración directa del Espíritu Santo, otras no, sino que fueron más bien escritas a modo de enseñanza, para nutrir a la Iglesia. Entre ellas se encuentran las cartas de Bernabé, y la epístola paulina a Laodicea, que Pablo menciona en Colosenses 4:16. Es decir, la enseñanza escrita, es de mucha utilidad para la Iglesia.
Por otro lado, si la cristiandad de hoy honestamente se dedicase a la rigurosa lectura de la Biblia y a la oración, muchísimos de los males que hoy nos asedian, no existirían, y no habría necesidad para muchas de las cosas que yo enseño. Sin embargo, la realidad es muy diferente. Haciéndome eco de Marcelo Laffitte, mi editor (previo editor también del diario "El Puente", la revista "Los Elegidos", entre otros): nos enfrentamos hoy a una generación de analfabetos bíblicos.
Es por esta razón, que muchos siervos de Dios, a lo largo del mundo, nos hemos puesto a escribir nuevamente, para enseñarle nuevamente a la Iglesia cosas que la Iglesia debería ya saber. Nos hemos puesto a repetirle a la Iglesia verdades que no pueden ser abandonadas, pase lo que pase, y que, sin embargo, han sido abandonadas.
Así que, para responderle a la hermana que me escribió esta mañana: Sí, si usted honestamente se dedica a la lectura de la Biblia y a la oración, su vida espiritual no va a languidecer. Sin embargo, por la forma que usted comentó, me atrevo a pensar que ese no es el caso. De modo que, para aquellos en los que Dios haya puesto hambre de Su Palabra, y anhelen estudiar las verdades del Evangelio de una manera profunda, que realmente de un cambio a sus vidas, El Evangelio Olvidado sigue a la venta. Y si usted desearía tenerlo, pero no cuenta con los medios para adquirirlo, comuníquese conmigo, que hay un número de copias destinadas a ser ofrendadas a la Iglesia.
Que la gracia de Dios esté sobre todos ustedes. Y buen día a todos.